lunes, 7 de septiembre de 2009

Verano mareado

10:00 a.m. : Magdalena estaba convencida de que nunca tendría una pareja estable. Entra al baño de su habitación y coge el Jabón. Siempre renegaba acerca de lo malos que los hombres solían ser con ella. Coge el shampoo y vierte un poco en la concavidad de su palma. Decía que la trataban mal y por ese motivo ella nunca más entregaría su corazón completamente a nadie. Abre la llave del agua. Ya se había acostumbrado a tener relaciones no fructíferas. Hum! Olor a manzanas.
Se jactaba de nunca dar marcha atrás cuando tiraba al tacho alguna de sus relaciones. Cepillo. Sentía que su amor se había vuelto un perfume sin olor, una suerte de alcohol hiriente y quemante. Fresh Blossom. ¿Dónde estaba ella?, ¿a donde iba?. Sólo iba y recorría caminos construidos con recuerdos de fracaso. La crítica. La imposición. Esa presión del mundo sobre ella. Se asfixiaba. Abrir ventanas.
Un eco en su cráneo le palpitaba. A sus 25 años se veía independiente y segura, con una profesión y futuro. Sola pero exitosa. Así debía ser. La asfixia social le había desoxigenado el cerebro y aceptaba con automática precisión los mandatos de las aparentes autoridades en su vida. Su padre y su madre se habían separado hacia mucho tiempo atrás. Creía en Dios a pesar de que nunca lo vió. Su única contradicción.
No veía a su padre pero si frecuentaba a su mamá. Drogas. Siempre las drogas. Desde su abuelo, quien se inyectaba morfina para mitigar el dolor de ambas piernas (que le fueron amputadas por el paso del tren central sobre su eventual cama de rieles despues de una borrachera con sus compadres). Luego el padre, adicto a mas no poder. Su madre lo amaba a morir, pero no soportó la violencia y los arrebatos de cólera de un adicto frustrado que se escapaba y era encontrado por los juguetones hijos de los vecinos arrastrado en basura, orines y mierda de perro. Lo dejó. Se fue. Se perdió.
5:30 p.m. : Magdalena observaba el mar, inmenso cuerpo azul que se movía incesantemente. Sentía que la llamaba y la empujaba. Pescadores alrededor de las dos islas, tal vez condenadas a ser modeladas por dicho vaivén. Ambas se erigían al fondo. Los pescadores trabajaban desprendiendo moluscos de los fondos. En eso se dió cuenta de lo que había a su alrededor: algunas parejas tomadas de la mano, autos brillantes, bicicletas, nets, pasto, chicas atrevidas sacrificando su piel al verano, niños jugando con sus perros, madres comprando helados bajo el sol. Todos sobre el barranco, a un pelo de caerse por el filo. Todo normal y alegre, pero no podía o no quería ver a algún padre por ahí. Se sintió como un banco de peces en algún punto del inmenso mar.
Su sombra se iba alargabando poco a poco mientras observaba el retorno de las chalanas a la costa- ¡Carajo! olvidé darle de comer - refunfuñó.
7:00 p.m. : Su sombra se mezcló con la oscuridad, y también con "Premio", su gato de toda la vida. Amodorrado. Sólo notó cuatro puntos blancos al costado de la puerta.
Negro y de patas blancas, "Premio" era hermano de "Pirulo", su gemelo, quien ya no "gateaba" más en en este mundo cruel. Pirulo fue, en sus últimos días, el apestado de la casa por ser víctima de una bacteria que le había carcomido la carne y le dejó su garganta expuesta a las muecas de repulsión de todos los vecinos. Un día, como era de esperarse, una espina, el polvo y la suciedad le produjeron una infección que lo hizo maullar en silencio para luego cerrar sus grises ojos para siempre.
Premio se acercó a Magdalena, levantó la cola, cerró los ojos y se restregó en su pierna. La olía, y podía sentir su dolor. El tenía la respuesta a sus males pero no podía hablarle: - Caray! un buen trozo de merluza y sus problemas en este mundo se acabarían! - seguramente Premio pensaba en Pirulo, mientras gozaba de los jeans rotos de su ama.
9:00 p.m. : Premio estaba tirado en el piso, cuidando de que pasara por ahí algún desubicado bicho para cuadrarlo y decirle que tenga cuidado, porque la próxima vez le iría mal, si claro. Premio se relajaba.
Magdalena miraba la tele. Sinergias, Dalai Lama, asaltante mata a dependiente, ovnis, baje de peso rápido, cocine sano, la vida de Stalin, seres amarillos, Maria Fernanda abofeteaba a Raúl Alejandro, El presidente dijo que la crisis no afectaría al país, el manos de tijeras, etc. Nada interesante por ahora.
10:00 p.m. : Recibe la llamada de Ricardo - ¡Necesito verte ahora, por favor! ¡Ven!- le suplicó.
10:58 p.m. : ¿Que te pasa? ¿Otra vez eso? Ya ¡déjalo!. - le recriminó ella. Él estaba sobre el mueble, temblando y con los ojos húmedos. Casi rojos. Sin camisa y con la correa fuera del cinto del pantalón. En su brazo - No puedo dejarte, ¡te quiero mucho! - Dijo ella mientras lo abrazaba para reponerlo; le dió de tomar agua y le secó el sudor de la frente, el pecho y la espalda con la bufanda floreada. Apestaba a acerrín y pasto quemado. El piso de la cocina estaba dibujado con vomitos y sangre. Estaba cagado de verdad. El moría, y Magdalena moría por él. A eso le llamaba memoria celular, lo había leido en una revista científica. Se asustaba y se deprimía, y a la vez más lo abrazaba.

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