martes, 15 de julio de 2008

La sopitis-nefritis o una sopa de riñon


"Es sabido que cada país del mundo posee sus propias costumbres y tradiciones las cuales han sido transmitidas de generación en generación entre las personas durante años para convertirse en el signo distintivo del carácter e identificación de un grupo humano determinado. Es interesante ver cómo criticamos las costumbres de otros sin criticar nuestras propias costumbres primero"

Esta profunda reflexión salida de mi cabeza fue la que me puse a pensar hace tiempo, cuando vivía en el norte del país, para justificar el momento en el que tuve que tomar una inusual sopa. ¿Y cómo se me ocurrió pensar en estas cosas por una sopa?. Veamos:

Era un tiempo en el cual no había muchos ingresos en la familia y se compraba lo que se podía.

Uno de esos días en el mercado del pueblo hubo una inusual venta de menudencias de vaca, kilos y kilos de menudencia (entiéndase vísceras) inundaban los corredores del mercado central.

Mi madre, como todas en ese momento, buscaban economizar comprando algo que sea nutritivo para el almuerzo de esa tarde.

Así fue que yo regresaba del colegio, sudando y con la esperanza de que al llegar pudiera abrir la refrigeradora y encontrar una limonada o un chicha heladitas.

Gigante fue mi sorpresa cuando vi superlativas cantidades de menudencias embolsadas dentro de la refrigeradora, las cuales tuve que arrimar para llegar a mi asfixiada limonada.

¿Un asesinato?

¿El retorno del descuartizador?

¿Mamá eres tú?


La vista era comparable a películas Gore tipo "Saw" o en esas donde ves al Dr. Lecter comiendo cerebrito recien frito. puaj!. Bolsas envolviendo trozos de carne con hilitos de sangre que la gravedad depositaba en el fondo me saludaban "Hola! encantado de conocerte, hoy me vas a comer".

-Qué es esto mamá!

-Ah! estaban vendiendo en el mercado y traje "un poco"-como si la escala de tiempo y cantidad para mi madre fuera la de una oruguita.

-Bueno pues, caballero ¿y qué vas a preparar entonces 'ma?.

-Sopita de eso.

-mmm, ya pues, espero.


El tiempo pasaba, y esperaba con muchas ganas tomar esa sopa. Ojo que no le había preguntado a mi madre que tipo de menudencias había comprado (yo pensé que era corazón o a lo mucho mondonguito). Y por fin llegó la hora del almuerzo!


Salto de mi escritorio, voy corriendo a la cocina, abro la puerta y un olor fuertísimo me abruma..algo así como una cachetada.

-Mamá, huele a "pichi".

-Ay hijo! si , no sabia que los RIÑONES de vaca soltaban ese olor...

-Aj! mamá, compraste riñones de vaca?, yo pensé que habías comprado corazón u otra cosa.

-Pero esto estaba mas "acequible" pues hijo; ya agarra el plato y sirvete tu sopa.


La cocina olía a pichi.


Metí el cucharón dentro de la olla, moví circularmente y pude ver como afloraban a la superficie del caldo unos trozos de carne (los riñones ya hervidos) y un olor comparado solamente al cruce de las Avenidas Rufino Torrico con Quilca en el centro de la ciudad asaltó con violencia cuasi-revolucionaria mis fosas nasales a la mala (pensar en la toma de La Bastilla, por favor). Ese aroma me recordó un viaje que hice al campo, hace mucho, para trabajar (y donde tuve que montar caballo, dar de comer a los chivos, limpiar el urinario, etc). Wow! que fuerte!


Me serví en el plato, cogí mi cuchara y me fuí a la mesa. Sentía cómo el vapor caliente tocaba mi rostro acompañado de ese olor por supuesto. Uy! se me cayó un poquito en el brazo y me imaginaba que al día siguiente iría oliendo a pichi al colegio y que mis crueles compañeros de clases me molestarían por meón.


Me senté, acomodé mi silla. La limonada estaba frente a mi, las servilletas, el salero, y unas moscas, que jamás se habían aparecido por ahí desde que nos mudamos, ya estaban merodeando con una danza muy hiperactiva. Había llegado el momento de probar la sopa.


Tomé valor, metí la cuchara, la resoplé, salía vapor. Vaca. Campo. Cultura. Raíces. Glup!. Gato*.


Probé la sopa y era algo extraña, se sentía el sabor a úrea pero la contextura era aceptable, no estaba horrible pero tampoco buenísimo. El asunto era almorzar. Comí y decidí no quejarme, fue gracioso porque además hicimos muchas bromas en la mesa acerca del plato que nos tocó almorzar ese día.


Yo nunca fuí quisquilloso para las comidas; sin embargo, algunas costumbres como las asiáticas eran chocantes para mi: eso de comer mariposas, escorpiones y hormigas bañadas en chocolate eran para mi algo aberrante; e incluso pensar en comer gato o perro como en Chincha o en la China comunista respectivamente hicieron que reevalúe algunos de mis prejuicios.


El asunto es que ese día, "el día de la sopa con sabor a pichi", comprendí que no hay nada de malo en probar cosas nuevas. Cosas que sabes que alguien, que te quiere, te ofrece como una alternativa y que lo hace por tí. Nunca debemos ser maleducados si no se cumplen nuestras expectativas y puedo decirlo porque me molesté mucho ese día por no haberme dado el gusto de que me sirvieran lo que yo quería.


Al final, sigo vivo y feliz.



*Ese día además se me vino a la mente aquéllos días en los que el gato de mi abuela Juana (llamado "pirulo") se orinaba en la ducha y la dejaba oliendo a sopa.






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