jueves, 12 de junio de 2008

Una cuestion de relatividad

Cuando imagino lo relativa que es la vida puedo brindar un siginificado al mundo en cada dimensión que se me presenta. La relatividad de las cosas es, a mi entender, la forma en la que puedo conocer y resolver el mundo que me rodea; sin embargo, hoy vino a mi mente un tema de relevancia para comprender algo que yo ya había visto cuando viví en provincias: la discriminación linguística (sorry por no poder encontrar la diéresis en este teclado) y la intolerancia cultural.
Todo depende del cristal por donde se mire. En cuanto al primer punto, puedo darme cuenta de que las barreras lingüísticas son un obstáculo para el acceso de la persona a servicios a los cuales tiene derecho recibir por parte del gobierno, estado, autoridad de turno, etc. por el solo hecho de ser nacional y vivir dentro del país. Sin embargo, se nota la discriminación cuando, por ejemplo, un litigante Quechua-hablante acude al poder judicial para hacer valer sus derechos ante el abuso de ellos por parte de otra persona, y no recibe la adecuada atención por el simple hecho de que la autoridad o servidor público no habla su mismo idioma. Vemos pues un problema de discriminación pues se excluye del sistema de justicia a estas personas, a diferencia de las personas que si hablan el castellano.
Frente a este problema para el quechua-hablante (idiomática) se junta otro de carácter totalmente arbitrario: la intolerancia. "Todos somos iguales ante la ley", "Todos tenemos los mismos derechos", "hay que hacer valer los derechos en todo lugar" nos rezan en las facultades de derecho durante la mayor parte de la carrera, inculcándonos una consideración por la toma de conciencia de los derechos humanos (DD.HH. en adelante) en todos los ámbitos.
Así, surge una vocación de universalidad de los DD.HH., pero me quedo estupefacto al corroborar que esta no puede ser posible, sobre todo en un país que cuenta con una gran riqueza multicultural como el mío (variedad de regiones, climas, usos y costumbres). Sólo me queda pensar que llevar a cabo esta tarea, implica un gran reto para las personas que dedican sus esfuerzos a dicho propósito (expandir el respeto por los derechos humanos en todos los ámbitos).
Así, la demanda de derechos por parte de las personas que legitimamente no tienen por qué pensar como nosotros, debido a sus usos y costumbres ancestrales, viene a ser una deficiencia en la cual el estado no pone una adecuada atención.
Y no se crea que este problema tiene que ver solamente con la demanda de derechos por parte de éstas personas quienes continuamente son privadas del acceso a la justicia o educación (derechos fundamentales, de paso que lo recalco); sino también el problema se presenta cuando el Estado quiere castigar un delito cometido por aquéllas personas excluídas.
Entonces, ¿qué hacer?. ¿cómo enfocar este problema?.
Es reconocido que se respeta el derecho de muchas comunidades nativas y campesinas a mantener su identidad cultural en su totalidad. Por ejemplo, hay comunidades en las cuales cuando se da la primera menstruación de la mujer, quien tiene el deber de iniciarla sexualmente es el propio padre; tambien existen costumbres como la de permitir la bigamia (que un hombre tenga dos mujeres), dar latigazos a los ladrones, o de matar a aquél que robe en desmedro de su vecino y por ende de su comunidad.
Estos son rasgos culturales fuertemente enraizados y practicados durante muchisimos años por estas personas, y aún así: ¿se puede hablar de una universalización del derecho humano de la niña a no ser violada, de la esposa a tener un hogar monógamo, de derecho a la vida e integridad física del ladrón?. Creo que no.
El nivel de recorte de los DD.HH. en estos casos (castigos o restricciones de derechos) es muy discutible y debe ser tomado en cuenta desde una perspectiva que tome una especial consideración por parte del Estado en sus políticas de inclusión. Y aquí es donde viene la idea del Relativismo Cultural la cual es una perspectiva que niega esa suerte de absolutismo moral o ético de una cultura sobre otra indicando que la variedad de usos y pensamientos deben respetarse para poder comprenderlos mejor.
Entonces, realizando una construcción irremediablemente lógica encuentro que la democracia es esa forma de gobierno que se basa en la representación de las personas, poniendo un especial énfasis en el desarrollo pleno de las libertades de los individuos en todos los ámbitos que se pueda (ojo que es una visión muy general y tosca). Debo señalar que pienso que nuestra democracia es la mejor de las peores formas de gobierno sobre la faz de la tierra (ya que puede haber formas de organización mas eficientes que la nuestra, pero no necesariamente respetuosa de los derechos), pero nuestra democrácia peca también de algunas incongruencias y errores, sin embargo la considero buena para todos siendo una forma de gobierno aceptable que permite la convivencia pacífica de los pueblos del mundo. Sin embargo, quiero señalar que el concepto de democracia es un producto del pensamiento occidental al igual que la noción de derechos humanos. Quiero dejar en claro que soy Pro-Derechos humanos y admiro el sistema democrático, pero hay algunos problemas de aplicación que quiero hacer notar. Entonces, volviendo al tema, es imposible universalizar los derechos allí donde el estado es incapaz de actuar para generar un cambio respetuoso de los derechos de las personas. Es decir, si el estado no puede controlar el problema entonces que se abstenga de controlarlo y se adecúe a las circunstancias hasta que tenga un modelo de aplicación basado no en la imposición de su modelo sino en aplicación real de los conceptos de inclusión y la tolerancia en sus políticas.
En efecto, pretender una universalización de los derechos humanos es intentar imponer un modelo ahí donde no parece ser necesario hacerlo. Sin embargo, cuando esa "imposición" respeta los límites naturales de la tolerancia y el respeto por el otro, considero que es posible una apertura por parte del Estado ante esas diferentes realidades que debe afrontar.
En la práctica, el Estado debe acercarse a estas personas y no pretender que ellas se acerquen al Estado para que después reciban un trato discriminatorio del cual se cuestione posteriormente. Mecanismos de inclusión hay muchos y pueden partir desde la importante iniciativa política (aunque para mi la política apesta y esta no tiene ninguna iniciativa sino es por afán de protagonismo) por parte de nuestras autoridades e instituciones.
Igualmente, el gasto de recursos del Estado en capacitación de profesionales universitarios y técnicos para que sean ellos quienes se acerquen a estas realidades es un asunto de importancia si se desea lograr la inclusión. Un ejemplo de ello es la capacitación para crear profesionales bilingues capaces de acercarse al fenómeno.
Soy consciente que este enfrentamiento entre relativismo cultural y universalidad de los DD.HH. es radical y pues ninguna postura es absoluta y por ello, sólo me queda adherirme a la idea de que no cabe una uniformidad total de las cosas, y ni siquiera de cosas , sino de seres humanos (que por naturaleza somos impredecibles).
Así, el deber de los estados en este tema es el de abarcar el problema desde una perspectiva que tome en cuenta la idea de apertura y buen espíritu hacía los otros (una suerte de alteridad romántica) y de pensar que ese desarrollo es posible desterrando prejuicios desde la educación en la niñez, pues es un tema cultural en nosotros mismos también.

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